Cambio de colegio

El cambio de colegio, es un tema que preocupa mucho a los padres. Son diversos los motivos que pueden propiciar un cambio de colegio, como motivos ajenos al menor: cambio de domicilio, o porque el menor presenta problemas en su centro actual y sea necesario un cambio.

Sea cual sea la razón para el cambio de centro, será un proceso estresante para el niño, ya que debe adaptarse a un entorno totalmente nuevo para él.

Cuando es necesario un cambio de colegio, es importante que el niño comprenda los motivos del cambio, que sea partícipe en el proceso de selección del centro y que se les trasmita que es lo mejor para ellos.

Motiven a su hijo hacia el cambio, destaque todos los beneficios que supondrá el cambio, que podrá hacer nuevos amigos, que no perderá a sus antiguos amigos, etc. El niño debe ir contento y a gusto al colegio, son importantes las relaciones que mantenga tanto con compañeros como con profesores; factores muy influyentes en el éxito escolar.

cole1Elija el centro más adecuado para su hijo, tenga en cuenta tanto aspectos académicos, como un centro que se corresponda con la personalidad de su hijo, los niños tímidos e introvertidos suelen adaptarse mejor a centros pequeños. Involucre al niño en la elección de centro, usted tomará la decisión final, pero el debe sentirse involucrado en el proceso, debe poder opinar, conocer que opciones tiene, si puede ir a visitar el centro personalmente, sino pueden ver fotos por Internet, etc.

Prepare a su hijo para la adaptación al centro, puede ser un proceso lento, sus nuevos compañeros quizás necesiten tiempo para aceptarlo, los cuales ya tienen sus propios grupos formados, el niño también tendrá que esforzarse por fomentar y establecer relaciones.
Es totalmente normal que el niño sienta temor por el cambio, a no poder hacer amigos nuevos, a no ser aceptados, a perder el contacto con sus anteriores amigos, etc. La ansiedad por la integración al nuevo centro escolar puede reducirla buscando a algún amigo que vaya al mismo colegio, empezar a ir a jugar a parques o plazas cercanos al centro para que conozca a alumnos del centro, etc.

Los cambios de rutinas en los niños provocan como reacción natural inseguridad, que genera miedo, por lo que este proceso será complejo ya que el día a día del niño se ve totalmente afectado. Transmita confianza a su hijo, presente este cambio como algo normal y que puede ser una gran oportunidad.

El niño pude padecer cambios de humor, tenga paciencia y muéstrese comprensivo, escuche a su hijo y consuélelo, necesita tiempo para adaptarse. No tenga prisa, hay que darle tiempo para que se haga su espacio y tome confianza.

Hable cada día con su hijo, preste atención a sus temores, anécdotas del día, respete sus miedos y dificultades, ayúdelo y apóyelo para que vaya superando las dificultades de la adaptación. Felicite y celebre sus progresos.

Es importante potenciar su valentía e independencia, anímalo a enfrentarse a sus temores. No debe sobreproteger a su hijo, debe de darle el soporte y los recursos necesarios para que él por si mismo se enfrente a las complicaciones propias de su etapa.

Preparar juntos el primer día de clase, que el niño tenga bien claro a que aula debe dirigirse, quien será su tutor, que material pude necesitar, que horario tendrá, acompañe al niño al colegio el primer día, conozca a su tutora y profesores y presénteselos a su hijo.

Disfruten del cambio, potencie las cosas positivas, por ejemplo las instalaciones del centro, los nuevos profesores que le gusten, si establece contacto con nuevos compañeros, etc. Puede cole3fomentar su integración gracias a la participación en actividades extraescolares, anime al niño a apuntarse a alguna actividad que le guste, relacionarse en un ambiente más dinámico puede ayudarle a integrarse más rápidamente.

Ayude a su hijo ha hacer amistades, puede empezar usted haciendo amistad con padres de otros niños de su clase, y así fomentando sus relaciones fuera del centro, quedando para ir juntos a merendar o invitándolos a casa. Si mantiene una actitud positiva y se involucra en las actividades del centro su hijo lo agradecerá.

El cambio de colegio puede afectar en el rendimiento escolar del niño, tanto en positivo como en negativo. Si el cambio es por razones educacionales, el rendimiento del niño suele mejorar, si la calidad del centro es mejor, o si realizamos el cambio por estilos de aprendizaje, y el nuevo se adapta más a las necesidades del niño. Por lo contrario, si las razones son imperativas: divorcio, cambio de residenciar, etc. Pueden generar un bajo rendimiento en el menor, ya que el niño puede presentar rechazo. En cualquier caso, premie su adaptación escolar, sus esfuerzos, la superación de las dificultades, etc. Así potenciará las conductas que desea en su hijo.

La edad del niño es importante; también será un factor decisivo, en general cuanto mayor sea el niño, más costará el proceso de adaptación. Los vínculos con sus amigos cada vez son más fuertes, también son fuertes los vínculos entre los nuevos compañeros, los cuales ya han formado grupos. Por tanto en la adolescencia el proceso será más complicado, esa edad es más difícil encajar en un nuevo grupo de amigos, como que una pandilla ya establecida acepte a un nuevo miembro.

Una vez realizado el cambio, debe seguir atentamente el proceso de adaptación y realizar seguimiento con el centro escolar. Si a pesar del apoyo que le hayamos brindado, el niño se muestra diariamente inquieto, ansioso o con nerviosismo constante; su vida no se normaliza, no quiere jugar como lo hacía habitualmente, no se puede concentrar, presenta dificultades para dormir o cambios de apetito, sería recomendable acudir a un psicólogo para obtener asesoramiento profesional.

Cristina Turú – Psicóloga

Duelo infantil.

¿Qué es el duelo?

Un periodo de adaptación después de la pérdida de un ser querido. Experiencia caracterizada por el sufrimiento y adaptación a una nueva situación vital. Se trata de un proceso doloroso y complejo, que cada persona vive de forma muy particular y concreta. Viene condicionado muchos factores, como son: la cultura, el entorno, la religión, los vínculos afectivos, la edad, la biografía, etc.

Este proceso se manifestará en todas las dimensiones de la persona, puede afectarla de manera global: físicamente, psicoemocionalmente, espiritualmente, en las relaciones, etc. modificando la conducta, emociones, etc. del afectado.

Tenemos que ser conscientes que las reacciones de cada persona son muy diferentes, únicas y pueden manifestar su dolor de manera muy particular. El proceso de luto es muy importante ya que es un mecanismo que nos ayudará a asimilar la pérdida y a adaptarnos a la nueva vida que nos espera. Superar con éxito este proceso será fundamental, puesto que un luto complicado o no elaborado puede comportar conductas desadaptativas y problemas diversos que condicionarán al desarrollo de la persona.

La infancia y la adolescencia son especialmente vulnerables y un luto complicado o no realizado correctamente puede suponer un gran riesgo para ellos y acabar condicionando todo su proceso de desarrollo. Un proceso de luto alterado puede generar conductas poco beneficiosas, como: vínculos inestables e inseguros, escaso de apoyo social, ambiente inestable, sentimientos de abandono y soledad, carencia de disciplina, muerte estigmatizada, aumento de conductas de riesgo (consumo de alcohol y drogas) incapacitad de expresar la tristeza, absentismo y fracaso escolar, etc. También esta pérdida en esta etapa tan vulnerable puede desarrollar trastornos mentales en la edad adulta, principalmente depresión. Para fomentar un buen desarrollo del luto, el respaldo social y el entorno del afectado juegan un papel fundamental.

El concepto de la muerte en niños:

La manera en que el menor viva el proceso de luto, irá muy ligada al concepto de muerte que el niño haya elaborado y a la etapa evolutiva en la que se encuentre. El concepto de muerte estará muy influenciado por su cultura, la familia, sus vivencias, pero su desarrollo personal también jugará un papel fundamental. Por lo tanto, su nivel de desarrollo cognitivo y afectivo influirá en su nivel de comprensión del concepto “muerto”.

De los 2 a los 3 años los niños no tienen ningún conocimiento de la muerte. De los 3 a los 6 años toman conciencia sobre la muerte, y la conciben como una separación temporal, no son conscientes de su irreversibilidad. Señalan la ausencia de funciones que están presentes en los vivos (movimiento, respiración, etc.) para definir el muerto. Posteriormente, establecen una conexión entre la muerte y la ausencia o separación: los muertos se han ido. Además entienden que la muerte es el resultado de la violencia, reconocen que ellos también pueden morir pero como consecuencia de que los maten. Todavía no es consciente de que puede morir como consecuencia del hecho natural de estar vivo. Desarrollan pensamientos mágicos y razonamientos fantásticos. De los 6 a los 9 años se desarrolla la conciencia de la irreversibilidad y la inevitabilidad de la muerte. Los menores de 7 años, atribuyen a los muertos, las propiedades de los vivos (creen que los duelo4muertos sienten, comen…»sé que papá está muerto, pero no puedo entender por qué no viene a cenar»), incluyen razonamientos fantásticos y pensamientos mágicos. El temor a la muerte llega a asociarse con el temor a la separación y el abandono. De los 9 a los 10 años surge el temor a morir, admiten el hecho de la muerte como algo universal y que también les sucederá a ellos. La muerte es un proceso interno, inevitable e irreversible. El niño busca con sus preguntas seguridad y conocimiento. De los 9 a los 12 años el menor se encuentra en fase de latencia, caracterizada por poca expresividad y preocupación en cuanto al tema de la muerte, por una posible represión de la ansiedad ante la muerte y negación de la muerte personal.

 ¿Como abordar el tema de la muerte con los niños?:

No debemos engañar al niño, procuraremos dar respuesta a sus preguntas de manera simple y directa. Tendremos en cuenta el contexto emocional y el grado de desarrollo del niño para responder adecuadamente a sus preguntas. Propiciaremos y animaremos a los niños a comunicar que saben, sienten y piensan sobre la muerte. Una información excesiva o deficiente puede ser perjudicial para el menor.

duelo1Cuando fallezca un familiar se lo comunicaremos al niño, si se le responde con evasivas y/o no se le dice toda la verdad, puede producir en él ira y resentimiento. Si el niño lo solicita, le permitiremos asistir al funeral; previamente le explicaremos que se hará, el motivo, etc. Si el niño decide inventarse un ritual para despedirse, es saludable realizarlo. Si el niño no pudo asistir a los ritos sociales, podemos proponerle realizar uno para ayudarle a despedirse del difunto. Si el niño lo desea también podrá participar al recoger las pertenencias del difunto y guardar algún objeto con significado especial.

Las manifestaciones de un luto normalizado:

Los sentimientos habituales son: esperanza de que volverá, tristeza, soledad, sensación de vulnerabilidad, inseguridad, ansiedad, culpa, irritabilidad, rabia, miedo. El menor puede presentar recuerdos persistentes del difunto, sueñan, se sienten vigilados, mantienen conversaciones con el difunto, en definitiva, intentan mantener una relación con el difunto y así obtener una representación interna de él.

También puede presentar problemas escolares: bajo rendimiento, falta de concentración, problemas de disciplina y síntomas físicos como pánico, insomnio, no tener ganas de comer, pesadillas.

Los menores de 5 años presentan poca tendencia a llorar, frecuentemente aparecen conductas regresivas. De los 7 a los 10 años muestran sentimientos de tristeza, inquietud, soledad. Reprimen las emociones. De los 10 a los 13 años presentan tendencia a llorar, están más preocupados por el desequilibrio familiar y la responsabilidad que tendrán que asumir. Sienten una gran necesidad de desahogarse. Las somatizaciones son más frecuentes en los adolescentes por la introversión en la que suelen vivir. En la adolescencia es fundamental el soporte de sus amigos.

¿Cómo podemos ayudar al menor?:

La relación con el menor es fundamental, la relación con sus padres será clave: tiene que ser segura y cariñosa. Si el difunto es un progenitor, será un pilar básico la presencia del otro progenitor durante todo el proceso.

Expresiones cómo: se ha dormido, se ha marchado de viaje, está en el hospital, para expresar a un niño una defunción puede ser negativo para ellos, puesto que tienden a pensar que volverá pronto o que lo ha abandonado.

Es importante decirle a niño, desde pequeño, que todos moriremos algún día, que es un hecho natural y que es normal estar tristes, sentir pena y desear que la persona vuelva a nuestro lado. La información que le me de transmitir es: que no volverá y que se ha hecho con el cuerpo de difunto, siempre en base a sus tradiciones familiares.

Es importante explicarle al menor las causas de la muerte, si es por enfermedad que esta tuvo un duelo3inicio, una evolución y un final, siempre aclarando que ellos no son responsables de la muerte. Le enseñaremos a distinguir entre dolencia grave y ligera. Les hablaremos del difunto y le daremos permiso para que lo hagan siempre que lo necesiten.

Ajustaremos nuestro lenguaje del menor: podemos utilizar cuentos, imágenes de la natura, etc. El niño también puede expresar su dolor a través del juego, dibujo, etc.

Deberemos dedicarle tiempo al niño, ser empáticos, mantener los canales de comunicación abiertos, permitir al niño que se exprese libremente. Los adultos le manifestarán sus sentimientos al niño, aspecto que permite al menor normalizar su situación y así sentirse mejor. Generar un clima de ayuda y respeto, puede llorar con el niño, compartan la tristeza.

Es conveniente mantener las rutinas diarias para minimizar los cambios. Conservar muy identificados las roles, evitar asignar tareas y responsabilidades que no correspondan con la edad del niño. Es importante reforzar la irreversibilidad de los hechos y evitar falsas expectativas en el menor.

Se deberá mantener una comunicación directa y activa con el centro escolar del menor, manteniéndolos informados de los acontecimientos y realizando seguimiento de la conducta del menor.

Cristina Turú – Psicóloga

Las mentiras de nuestro hijo.

Qué preocupante y angustiante es darnos cuenta de que nuestro hijo nos miente. Pero tenemos que tener en cuenta la edad de nuestro hijo para interpretar el tipo de mentira que utiliza.

mentira1Existen muchas maneras de mentir, el objetivo de una mentira es engañar, se miente cuando se dice algo que realmente no piensas, cuando ocultas la verdad, cuando se es ambiguo, o se niega lo que se cree o se ha visto.

Hasta los seis años los niños no mienten, simplemente fantasean y transmiten estas fantasías. Es a partir de los seis años cuando los niños ya pueden diferenciar entre verdad y mentira y usan la mentira en su propio beneficio. Es fundamental que en esta etapa se corrijan y censuren las mentiras.

Conseguir que nuestro hijo no use la mentira, será un reto complicado, ya que nosotros mismos en muchas ocasiones las usamos, aunque sus consecuencias no sean importantes, sean leves o piadosas. Nuestra sociedad también la usa de manera continua para cambiar la realidad, minimizar hechos, ocultar la verdad, etc.

Dar ejemplo es básico, muchas veces usamos mentiras delante de nuestros hijos, por ejemplo, para eludir determinadas situaciones, “mañana no puedo ir, tengo un compromiso” y en realidad podrías ir pero no te apetece. También enseñamos a nuestro hijo a mentir, si no queremos responder a una llamada le decimos “dile que no estoy en casa”.

Para valorar el uso y gravedad de las mentiras que utiliza nuestro hijo, debemos fijarnos en el motivo: evitar ser castigado, autoengañarse o engañar a los demás, agradar a sus padres o iguales, llamar la atención… Depende del uso y la gravedad de las mismas puede convertirse en una alarma de que existen problemas más graves en nuestro hijo que no detectamos.

No es lo mismo decir una pequeña mentira para evitar un castigo, o mentir sobre la realidad y él mismo, en este caso es necesario revisar la visión que tiene de sí mismo y le enseñaremos a aceptar la realidad tal y como es. Debemos reforzar la autoestima del niño si usa la mentira para llamar la atención, para quedar bien con los demás, o si las usa de manera innecesaria, sin saber bien porque lo hace.

¿Cómo podemos fomentar la sinceridad de nuestro hijo? Reforzando su autoestima, factor indispensable para que el niño tenga seguridad en sí mismo y no requiera del uso de mentiras. También debemos mejorar su seguridad y confianza en sí mismo. Debemos transmitirle que confiamos en ellos, pero que si nos mienten no podemos darle la confianza que merecen.

Fomenta un buen estilo de comunicación en casa: debemos explicar todo, lo bueno y lo malo, generando un ambiente de confianza y comprensión. Pregúntale a tu hijo qué es lo mejor y lo peor que le ha pasado ese día, valora si te cuenta una actuación negativa por su parte.

¿Cómo prevenir las mentiras? Como hemos comentado anteriormente, a partir de los 6 años el niño ya puede distinguir entre verdad y mentira, es en ese momento cuando podemos hablarle sobre estos conceptos, le explicaremos lo importante que es decir siempre la verdad y que es esta la opción correcta. Enséñale que puede ganar siendo sincero, será una persona fiable, respetable, digna de confianza.

Si nuestro hijo empieza a mentir no lo catalogaremos como un mentiroso, porque puede asimilarlo como parte de su persona “yo soy un mentiroso, mis padres me lo dicen”, debemos mostrarle que es digno de confianza y que debe dejar de mentir, que confiamos en él y que puede cambiarlo. Cuando detectemos que miente fomentaremos la reflexión y que el niño acepte que ha mentido, en ese momento felicitaremos que lo haya reconocido y felicitaremos la verdad.

La situación se comentira2mplica en edades más avanzadas, cuando los niños pueden influenciar en sus padres, los cuales creen sus mentiras. Los niños son muy hábiles y conocen perfectamente los puntos débiles de sus padres, y usan sus mejores estrategias para conseguir lo que quieren. Pueden utilizar el chantaje emocional, la lástima, las comparaciones, las promesas, actos frecuentemente relacionados con la mentira y la interpretación.

Muchos padres que quieren proteger a sus hijos y evitarles el dolor, son incapaces de ver la realidad y creen a sus hijos, cuando entre lágrimas y sollozos les cuentan su visión particular de los hechos.

La etapa de la adolescencia sueles ser la más complicada, ya que nuestro hijo en esta etapa puede mostrar una conducta muy diferente dentro de casa y fuera de ella. Las amistades tienen mucha influencia es este periodo del desarrollo.

Son muchos los padres que se sorprenden de cómo es su hijo fuera del hogar, pero, ¿cómo podemos saber si nuestro hijo lleva una doble vida? Habla con tu hijo con frecuencia de manera espontánea, cercana y desenfadada, interésate por sus cosas, sus preocupaciones, conoce a sus amigos, mantén una buena comunicación con el centro escolar, conoce cómo tu hijo se relaciona en otros círculos.

En ocasiones, surgen problemas con el centro escolar, en concreto con un profesor, “me tiene manía, no es cierto que me porte mal en su clase”, como norma general es al docente a quien tenemos que creer, en caso de duda, podemos hablar con otros profesores del niño para ver qué impresión tienen ellos de su hijo.

Es importante que las mentiras tengas repercusiones, más si son mentiras graves, tienen que ir más allá de un sermón o regañina, las consecuencias deben ser contundentes y en función de la magnitud de la falta.

Las repercusiones de una mentira tienen que aplicarse siempre, sea cual sea la edad de nuestro hijo, ya que es un acto que no queremos que se repita y debe quedarle totalmente claro que no puede volver a actuar de ese modo.

Cristina Turú – Psicóloga

La importancia de transmitir las tradiciones a las nuevas generaciones.

Aprovechando que se aproxima la celebración de Sant Medir, hemos decidido realizar una pequeña reflexión sobre la importancia de transmitir nuestras tradiciones a las nuevas generaciones. Las celebraciones típicas de cada región, son su marca de distinción e identificación; sus ciudadanos las celebran con orgullo y las comparten, fomentando la comunicación y la relación entre ellos.

Celebrar con los más pequeños y no tan pequeños… fiestas tradicionales, haciéndolos partícipes del evento,  ayudará a mantener su apego por nuestras costumbres, les aportará conocimientos sobre nuestra historia personal, familiar y cultural, aspectos que permitirán la adquisición de una identidad personal más consolidada en su futuro.

Consideramos fundamental que las nuevas generaciones conozcan sus raíces y orígenes; a través de actividades lúdicas y de ocio, promoveremos las buenas relaciones familiares y la participación en la vida culturacultural de nuestra ciudad.

Nuestras tradiciones familiares son muy importantes para la evolución y desarrollo de los niños, ya que a través de nuestros rituales les transmitimos normas de conducta, valores y unión. Las costumbres se originan en el núcleo familiar, la familia es el agente educativo más importante de un niño, por lo que formar adecuadamente a nuestros hijos, nietos, sobrinos, etc. Siendo una sólida base para su futuro ya que le ayudará a crear sus formas de pensar, sentir y actuar.

Los niños necesitan una cultura familiar con un sistema de valores estable, donde puedan  sentirse identificados e integrados en una comunidad, con unas creencias y maneras de actuar concretas. El bebé aprende imitando, lo que experimente y observe, le ayudará a formar su carácter adulto. Cada cultura tiene una manera concreta de cuidar a los niños y así le transmiten una forma concreta de vivir.

Se ha demostrado lo importante que son los hábitos y rutinas en la educación de los niños: las rutinas diarias, los cumpleaños, las estaciones del año, las fiestas tradicionales, etc. Son muy importantes para los niños y les agradan mucho, ya que les generan sentimientos de estabilidad, control y predicción.

Debemos permitir al niño ser él mismo dentro de nuestras tradiciones familiares, dándole espacio a sus gustos y creatividad,  ya que en el futuro residirá en él la decisión de continuar o modificar las tradiciones que le hemos transmitido.

Cristina Turú – Psicóloga

La importancia de comunicarse con sus hijos

La comunicación entre padres e hijos es fundamental para reforzar su relación. Es fundamental iniciarla desde pequeños, ya que cuando crecen, nuestros hijos se vuelven más independientes y
herméticos, por lo que si ya existe un ambiente de diálogo en casa será más fácil mantenerlo.

La creación de hábitos será fundamental para generar unos comportamientos adecuados en nuestro hijo. La comunicación debe incluirse entre los hábitos diarios, buscando un espacio para el diálogo, cuando coman juntos o realicen una actividad con ellos, puede ser un buen momento para entablar una conversación. Fomentar la comunicación también beneficiará al niño, ya que mejorará sus pautas de comunicación en otros ámbitos no familiares, en la escuela, con sus amigos, etc.

Cuando nuestro hijo nos cuente algo, debemos realzar los aspectos positivos, evitando focalizarnos exclusivamente en lo negativo. Al igual que si nuestro hijo nos cuenta algo por lo cual debería ser castigado, deberemos valorar que nos lo haya contado y reflexionaremos sobre su mala actuación.

Aprenda a escuchar de manera activa, a conocer los sentimientos de su hijo, a aceptarle tal y como es, mostrar interés por lo que nos cuenta, cuando hablen focalice toda su atención en él; si tiene que interrumpir la conversación, recuerde retomarla lo antes posible.

Si nuestro hijo nos cuenta un secreto, debemos respetarlo, sino perderemos su confianza. Si consideramos que es crucial comunicar el secreto, no lo haremos nosotros sin su consentimiento, reflexionaremos con él la importancia de comunicarlo, hasta que el niño esté convencido de que debe explicarlo.

Permita que su hijo le replique si no está de acuerdo con algo, si se basa en la autoridad no estará dialogando con su hijo. No debemos esperar que el niño cambie su conducta porque nosotros se lo decimos e imponemos. Los pcomunicacionadres deben aprender a negociar, a razonar y a convencer a su hijo. Jamás tome las decisiones por el niño, él debe ser el protagonista de su propia vida, y debe ser autónomo para poder tomar sus decisiones, siempre gracias a su orientación y asesoramiento.

Son muchas las ventajas que aportará el diálogo a su hijo: seguridad en sí mismo, autoestima, aprendizajes, tolerancia, asertividad, ampliar sus conocimientos y sus temas de conversación, aprender a escuchar y aceptar opiniones diferentes a la suya. Debemos compartir con ellos nuestros sentimientos, explicarle cosas que puedan interesarles, así al niño le será más fácil expresarse y comunicarse con nosotros.

En la etapa de la adolescencia es cuando los menores se sienten menos comprendidos, generando así sentimientos de soledad, falta de comprensión por parte de sus padres; generando en ellos una actitud de pasotismo, desinterés, incomprensión, etc. Es en esta etapa cuando más debemos cuidar el estilo de comunicación con nuestro hijo, evitando conversaciones cerradas, fomentando que nuestro hijo nos trasmita sus sentimientos e inquietudes, dándole valor a aquellos temas que para él sean importantes.

Conseguir que un niño (principalmente en la etapa adolescente) se comunique correctamente con nosotros no es una tarea fácil, requiere de tiempo, y cada niño necesitará un tiempo concreto, en base a su personalidad. Podemos ayudarlo valorándolo, respetándolo y facilitando los flujos de comunicación. Debemos evitar someter al menor a interrogatorios, o que ellos lo interpreten así. Este tipo de comunicación, no basada en la iniciativa del menor, puede alejarnos de él.

Para comunicarse de manera adecuada, debemos recordar que saber escuchar y empatizar es fundamental. En ocasiones los padres detectan que su hijo muestra dificultades para comunicarse con ellos, pero no con otras personas: profesores, familiares, amigos… ahí es cuando debemos detectar que quizás estamos haciendo algo mal.

Nos encontramos a padres excesivamente comunicadores, que hablan en exceso, hecho que dificulta que el niño pueda intervenir y convierte su discurso en un sermón. Deje espacios de silencio, para darle a su hijo la oportunidad de participar si lo desea. Los hijos ante esta actitud pierden la motivación por conversar con sus padres y se muestran indiferentes.

Los padres autoritarios, tienden a no comunicar sus emociones y sentimientos, se caracterizan por un fuerte temperamento y suelen usar un tono de voz elevado y la intimidación. No piden la opinión de sus hijos, imponen sus órdenes. Los niños evitan conversar con este perfil de padres.

Existen padres extremadamente exigentes, que llegan a menospreciar a sus hijos, no le dan imagesimportancia a lo que sus hijos dicen o hacen y les quitan importancia o no le dan valor.  Infra valoran los esfuerzos de sus hijos y sus hijos carecen de motivación para comunicarse con ellos.

Los padres negativos transmiten estos valores a sus hijos. Ven todo mal, ignoran las cosas positivas, transmiten desánimo, desesperanza.

En nuestra sociedad, desgraciadamente, encontramos muchos padres incomunicativos, los cuales apenas hablan con sus hijos, no tienen tiempo para dedicarles, ni comparten experiencias con ellos. Los niños crecen sin educación, sin una figura que seguir, sin valores. Estos niños se sienten perdidos, desvinculados de la familia, sin valor personal.

Cristina Turú – Psicóloga

La función del disfraz en el desarrollo del niño.

En estas fechas, tan próximas al carnaval; los niños empiezan a planear y a solicitar sus disfraces. A la mayoría de niños les gusta mucho disfrazarse, de hecho hay niños que no solo se disfrazan en celebraciones especiales; sino que utilizan el disfraz como forma de juego habitual.

Es beneficioso que el niño se disfrace, cambie de rol y de identidad durante un rato. De este modo dan rienda suelta a su creatividad, aprenden jugando y estimulan su imaginación.

Disfrazándose interpretan otros personajes, empatizando y poniéndose en su lugar, ensayan otra personalidad,  otra manera de actuar y de sentir, viendo el mundo desde otro punto de vista.

La fantasía es natural y saludable para el equilibrio emocional del niño, por lo que debemos permitirle explorar nuevos mundos, imaginar y crear. A través del disfraz el niño también puede expresar sus sentimientos y su manera de ver el mundo; por lo que debemos respetar las preferencias que exprese a la hora de disfrazarse.

A través del  disfraz el niño también imita la realidad, aspecto que puede ayudarnos a descubrir cómo percibe a los adultos o posibles problemas en su ambiente. Cuando el niño interpreta a papá, a mamá, al profesor, a un compañero, etc., reproduce los comportamientos que observa en ellos. Si los observamos y analizamos dicha información, podremos conocer como el niño percibe determinadas situaciones y podremos ayudarle.

Programar de que se va a disfrazar este año por carnaval puede ser un excelente ejercicio para su hijo, ya que aprenderá a negociar, a tomar decisiones, a reflexionar para decidir de qué disfrazará, para finalmente, el día de la celebración poder desarrollar un juego individual o en grupo con otros niños, utilizando otros roles, reglas y normas, alejadas a las que utiliza habitualmente.

También podemos realizar el disfraz en casa, involucrando al niño en la confección del mismo. De este modo potenciaremos la creatividad, planificación y ejecución del mismo. Realizando este tipo de actividades manuales el niño perfecciona su psicomotricidad y aprende a esforzarse para conseguir sus objetivos.

Si un niño no quiere disfrazarse de algo, no debemos obligarlo a hacerlo. El niño se tiene que sentir a gusto y seguro con el disfraz, por lo que debemos evitar que se sienta ridículo o forzado.

Animar a disfrazarse a nuestro hijo y compartir con él sus intereses, sin duda será una actividad beneficiosa para ambos.

Cristina Turú – Psicóloga

Educar en valores (2).

Después del éxito del primer artículo “Educar en valores, una misión complicada en nuestra sociedad”, he decidido realizar una ampliación sobre este tema, que a tantos lectores ha interesado.

Como comenté en el primer capítulo, el ejemplo que demos a nuestro hijo será fundamental para el desarrollo de su personalidad, ya que desde sus primeros meses de vida nos toman como referencia y replican nuestra manera de actuar. Por este motivo, no solo debemos limitarnos a dar ejemplo con nuestras actuaciones, nuestro discurso y palabras que le hacemos llegar marcarán su autoestima, seguridad, temores, etc. debemos expresar ideas positivas, evitar críticas, juzgar precipitadamente, es fundamental reforzar positivamente al niño, felicitarlo, decirle que le queremos, etc.

La relación familiar debe estar jerarquizada, los padres son los que deben enseñar, guiar y hacer cumplir a sus hijos con sus obligaciones y en ocasiones tomar decisiones por ellos. La figura de autoridad ayudará a que el niño sea más equilibrado y feliz. No debemos confundir autoridad con mandar, a cuanta más autoridad tengamos menos órdenes, castigos, gritos, enfados… serán necesarios.

No debemos dejarnos avasallar por las exigencias de nuestro hijo, tenemos que saber poner límites, orientar, corregir y exigir el cumplimiento de sus obligaciones. Pero debemos conseguirlo alejándonos de las malas palabras, insultos y menosprecio. Imponerse y marcar unos límites al niño es fundamental para una adecuada y equilibrada educación, los padres deben llamar la atención de manera inmediata a un niño que no se porta de manera correcta y enseñarle cual es la conducta que debe mantener.

Pedir perdón es un símbolo de nobleza, que enriquece y aporta grandes beneficios a la persona que lo solicita. Los niños deben aprender a empatizar con los demás y detectar cuando otro sufre por su culpa. Enseñarles a pedir perdón les aportará madurez, solidaridad y comprensión. El niño también debe ser consciente que en ocasiones con un perdón no es suficiente; y debe enmendar su error; a través de una actuación, castigo, etc.

Educar a un hijo requiere de mucho tiempo y dedicación, los padres no deben delegar la educación de sus hijos en otros; hay un refrán popular que afirma: “si no educas a tu hijo, otro lo hará por ti, y quizás no te guste el resultado”.

Es fundamental transmitir cariño, para que nuestro hijo se sienta querido y para que él también pueda ser cariñoso con los demás. Transmite felicidad, la felicidad no consiste en tenerlo todo ni en conseguir todo lo que uno se propone. La felicidad la conseguimos junto a los que más queremos. Evita confundir con satisfacción, la felicidad no se encuentra en nuestros bienes; con poco también se puede ser feliz.

También hay que estar preparados para enseñar a hacer frente al dolor, al fracaso. Podemos comenzar aprendiendo nosotros mismos a aceptar el dolor inevitable e ignorar el dolor evitable, inútil, que no lleva a ningún sitio.

Los sentimientos también pueden educarse, potenciando los buenos y aprendiendo a controlar los negativos. Una sencilla manera de transmitir buenos sentimientos a nuestros hijos es: «No hagas a los demás lo que no quieras que te hicieran a tí». Es necesario que los niños aprendan a estar en sociedad, a saber estar, a actuar según las reglas de nuestra cultura.

Escucha, comparte, sonríe, se amable, agradecido, dale un toque de humor a tu vida, da valor a las cosas, respeta, haz sentir bien a los que te rodean y estarás enriqueciendo el futuro de tu hijo.

Cristina Turú – Psicóloga

Educar en valores, una misión complicada en nuestra sociedad

Son igual de importantes las habilidades motoras e intelectuales que adquiere el niño, que las ideas, sentimientos y conductas que podamos inculcarle. Cuando un padre da una atención respetuosa, tranquila, considerada, amable y cariñosa a su hijo, este imitará su patrón de conducta.

La relación que une a hijos y padres, va más allá de la genética, existe un fuerte vínculo empático, ya que los hijos, a través de la convivencia y el tiempo que comparten con sus padres, aprenden. Son los padres la mayor influencia de un niño. Los hijos aprenden copiando aquello que ven, sea bueno o malo. Por lo tanto, las conductas que mostremos ante nuestros hijos, serán replicadas por ellos, siendo su guía de actuación. Los padres deben transmitir un buen modelo de vida, de convivencia, de relación; siendo una influencia positiva y un ejemplo adecuado a seguir.

Podemos inculcar el respeto en el ámbito familiar a través de pautas de comportamiento adecuadas: compartir, respetar, escuchar, dirigirse con educación a los demás, ceder el asiento a un anciano, respetar al profesor, etc. Es fundamental transmitir cariño, para que nuestro hijo se sienta querido y para que él también pueda ser cariñoso con los demás.

Enseña a tu hijo a ser perseverante, si no nos sale a la primera, lo repetiremos tantas veces como sea necesario para conseguir que nos salga bien. Refuerce la autoestima del niño, potencie la confianza y seguridad en sus capacidades. Resalte lo mejor de su hijo, todos tenemos grandes cualidades.

Transmitir felicidad y buen humor, nos ayudará a ser más felices. También hay que estar preparados para enseñar a hacer frente al dolor y al fracaso. Debemos aceptar el dolor inevitable e ignorar el dolor inútil que no lleva a ningún sitio.

La tranquilidad es unos de los mejores aprendizajes que podemos inculcar a nuestros hijos. Si nosotros respondemos de manera tranquila, el niño empatiza con nuestro estado y se siente más tranquilo. Inculcar la tranquilidad en la sociedad en que vivimos puede ser un reto complicado, pero nuestro hijo debe encontrar en nosotros una fuente de tranquilidad, sosiego y serenidad.

Los niños deben comprender que todos cometemos errores, ellos también los cometen. Es importante que aprendan de sus errores, los corrijan y sepan perdonar a los demás. La palabra perdón es una clave fundamental para mejorar nuestras relaciones, debemos enseñar al niño a pedir perdón cuando se equivoca o hiere a alguien. Deben aprender a empatizar con los demás y detectar cuándo otro sufre por su culpa. También debe ser consciente de que en ocasiones con un perdón no es suficiente; y deben enmendar su error.

Ser padre genera unos deberes y obligaciones hacia sus hijos, más allá de proporcionarle una alimentación, unos estudios, un hogar; dar ejemplo, aportar valores positivos, compartir tiempo, preocuparse por sus inquietudes forma parte de lo que un padre debe proporcionarle a un hijo. El núcleo familiar es el apoyo más fundamental e importante de un niño; es su refugio, fuente de aprendizaje, su soporte, la base para relacionarse, donde aprenderá a adaptarse a la sociedad, y será el lugar donde encontrar afecto incondicional. La familia es la mejor compañera de vida.

Cristina Turú – Psicóloga

Los beneficios de expresar las emociones.

A lo largo del día ¿en cuántas ocasiones guardas para ti un sentimiento?, muchas veces llegamos a casa sobrecargados emocionalmente, de mal humor, nerviosos, enfadados con nosotros mismos por no haber expresado aquello que sentimos. Expresarnos y exteriorizar los sentimientos es una herramienta útil para aliviarnos y renovar nuestras emociones negativas por otras más adaptativas.

Reprimir tus emociones puede llegar a “ahogarte” e invadir tus pensamientos. La represión de emociones puede afectar a nuestro estado de salud, generando problemas digestivos, de insomnio, dolores de cabeza, hipertensión, colon irritable, nerviosismo, ansiedad, etc.

Al expresar tus emociones serás más consciente sobre las mismas, podrás ponerlas en orden, analizarlas de manera más efectiva, sentirte comprendido, encontrar apoyo y ayuda, obtener otro punto de vista o una opinión externa. Potenciar la comunicación con los más allegados, compartir con ellos emociones y pensamientos, creará un nuevo vínculo entre vosotros, que os unirá más, pudiendo convertirse en una relación recíproca, siendo uno el apoyo del otro y a la inversa.

Pero no todas las emociones son negativas, también reprimimos muchas emociones positivas, como agradecimiento, cariño, etc. A veces por timidez, pasotismo, deshabituación… olvidamos decirle a nuestros seres cercanos lo mucho que les queremos, lo felices que nos hacen o lo que disfrutamos pasando tiempo a su lado. Es típico escuchar “para qué se lo voy a decir si ya lo sabe”, pero en muchas ocasiones el otro no puede adivinar nuestros sentimientos o simplemente necesita escucharlos. Querer, amar, respetar, admirar en ocasiones no es suficiente, tenemos que expresarlo y comunicarlo.

Nuestra educación, cultura, personalidad… pueden ser una barrera para la expresión de emociones; tanto las positivas como las negativas. Existen personas que de manera espontánea exteriorizan sus emociones con mucha facilidad, en cambio, a otros les cuesta más; en estos casos, podemos aprender a expresar nuestras emociones. Lo ideal es aprender desde la infancia, gracias a compartir afecto con nuestros padres, hermanos, etc. Cuando desde etapas muy tempranas se reprimen emociones, en la edad adulta se refleja esta carencia, surgiendo la impotencia o desconocimiento de cómo expresarse.

¿Se nace introvertido o depende exclusivamente de nuestro entorno familiar?

Ciertas características de nuestra personalidad se heredan, tienen carga genética; pero la personalidad también se configura a través del ambiente. Por lo que la influencia de nuestros padres y educadores será clave para modular nuestra personalidad. Los rasgos de la personalidad también pueden adquirirse. Durante la infancia, el hogar, las relaciones y el ambiente familiar dirigen a esa personalidad infantil, por lo que una familia que no muestre afecto, generará que el niño desarrolle rasgos de introversión.

Características de un niño introvertido.

No debemos confundir introversión con timidez; los niños tímidos presentan dificultades para sociabilizar debido a temor al contacto social; en cambio los introvertidos eligen tener pocas relaciones sociales, no es fruto del miedo o del temor. Podemos tener niños tímidos que expresan correctamente sus sentimientos, con las personas con las que tienen confianza o niños extrovertidos con dificultades para expresar lo que realmente sienten.

Los niños introvertidos se caracterizan por tener buenas competencias sociales aunque tengan pocos amigos. Prefieren la soledad, pasan tiempo encerrados en su habitación, tienen aficiones que puedan desarrollar solos. Antes de realizar una actividad o participar en juego, reflexionan y lo analizan; para tomar la decisión de participar o no.

Tienen una personalidad bien estructurada y fuerte. Suelen ser personas tranquilas, reflexivas, discretas, moderas, creativas, imaginativas y con capacidades de negociación. Tienen buena capacidad de escucha, escuchan más que hablan. Hablan poco, pero sus mensajes dicen mucho. Sienten mucha humillación si cometen un error en público. Tienen un alto control sobre sus emociones y sobre sí mismos, guardan sus emociones para sí mismos, incluso en los momentos más difíciles. Suelen presentar buenos resultados académicos, ya que son niños exigentes y al ser reflexivos siempre miden las repercusiones de sus actos. Pueden mostrarse malhumorados con frecuencia ya que el contacto social puede llegar a irritarles.

¿Cómo puede ayudar a su hijo?

Conozca a su hijo, entienda mejor lo que significa ser introvertido, sus rasgos de personalidad, etc. Respete las preferencias de su hijo, por ejemplo, si su hijo es feliz teniendo pocos amigos, no haga de ello un problema; no le presione a ampliar su círculo de amistades, o a pasar más tiempo del que desea con otros niños. Forzar a su hijo no le hará cambiar, todo lo contrario, puede volverlo más irritable.

Acepte a su hijo tal y como es. Como hemos afirmado anteriormente puede influir en su personalidad, por lo que demostrarle que le queremos, expresarle nuestros sentimientos puede ayudarle. Apoye a su hijo, y ayude a que los demás comprendan su forma de ser y de actuar de su hijo, comuníquese con familiares, profesores, etc. Ya que es importante que el niño se sienta valorado por su familia, entorno, etc.

¿Cuándo pedir ayuda a un profesional?

Debería acudir a un profesional cuando estos rasgos de la personalidad de su hijo lo limiten en muchos aspectos de su funcionamiento cotidiano, le produzca sufrimiento emocional o presente incapacitación para desenvolverse con éxito en el terreno social o escolar. Tenemos que tener en cuenta que un niño retraído que sufre en exceso y no es capaz de expresar sus emociones puede convertirse en un niño deprimido, presentando un patrón constante de escaso interés y capacidad de disfrutar, apatía, irritabilidad, pérdida de energía, sentimientos de inutilidad, etc…

Es importancia detectar posibles dificultades a tiempo, ya que un profesional podrá dotarle de unas herramientas útiles para que el niño pueda desarrollar una comunicación interpersonal saludable.

Cristina Turú – Psicóloga

¿Qué regalar a los más pequeños estas navidades? Una elección que requiere ser reflexionada.

Nuestro hijo espera con gran ilusión la llegada de estas fechas tan mágicas, llenas de fantasías y deseos. Este estado de entusiasmo puede ocasionar sentimientos de decepción al abrir los regalos. Esto sucede cuando nuestro hijo ha creado unas expectativas demasiado elevadas de la realidad, y pueden aparecer las comparaciones (con hermanos, primos, amigos…) y sentimientos de injusticia y enfado.

Podemos ayudar al niño a dosificarse, a tener unas expectativas realistas que podamos satisfacer y así evitar posibles sentimientos de decepción. Hacer la carta conjuntamente va a ayudarnos a conocer mejor los gustos e intereses actuales de nuestro hijo y no solamente los juguetes que quiere. También debemos potenciar otros valores de la navidad, más allá del consumismo, como momento de encuentro, celebración, ilusión, diversión en familia, etc.

Elegir y comprar los regalos de Navidad a nuestro hijo no debería ser un proceso de una sola dirección, en el que él nos pide y nosotros compramos. Sabemos que es él quien ha de escoger sus regalos, pero nosotros podemos guiarle y aconsejarle. Por eso, se recomienda que escribamos la carta (a Papá Noel, Reyes Magos…) conjuntamente con nuestro hijo. Esta actividad consistirá en sentarnos con él a pensar qué regalos le hacen ilusión. Podemos preguntarle qué tipo de juguete quiere y por qué lo quiere (es posible que sea el juguete de moda del momento), también podemos recomendarle juegos que creamos que le puedan gustar y que además sean educativos. Entendemos por juegos educativos todos aquellos juguetes que pueden beneficiar a nuestro hijo en tres niveles: a nivel intelectual, con juegos que fomenten la concentración, la memoria o la planificación; a nivel físico, con juguetes que le ayuden a mejorar su motricidad o su coordinación; y a nivel psicoafectivo, juegos que transmitan valores como la generosidad, la igualdad y la tolerancia.

Los juegues pueden ser excelentes aliados para estimular el desarrollo físico e intelectual del niño. Puede enseñar a su hijo a través del juego, dedique tiempo a jugar con su hijo, saque el máximo provecho a los juguetes. A través del juego también se puede transmitir valores como la tolerancia, el amor, la comunicación, el respeto, etc.

Podemos incluir entre los regalos un libro, la lectura es una actividad muy beneficiosa para los niños, ya que desarrolla sus capacidades intelectuales y le aporta nuevas visiones de la realidad. La lectura debe plantearse como una actividad atractiva y entretenida. Leer desarrolla capacidades de imaginación, de simbolismo y de ficción.

Fomentemos en nuestros hijos valores tan positivos como compartir, el niño debe aprender que tan importante es dar como recibir, él también puede aportar muchas cosas, podemos plantear al niño donar algún juguete a un niño que lo necesite.

¡Hagamos del amor y del tiempo en familia el mejor regalo de estas navidades!

Cristina Turú y Maria Torrabadella – Psicólogas